Por amor a la Selecta y al fútbol salvadoreño

La situación del fútbol salvadoreño es un claro reflejo de las complejidades y desafíos que enfrenta el país. Desde el 82, hemos estado ausentes de los escenarios más importantes del balompié, específicamente, la Copa del Mundo.

Es preocupante ver cómo una liga que debería ser el cimiento del desarrollo del fútbol y la formación de talento se encuentra sumida en un estado de amateurismo, incapaz de brindar condiciones necesarias para el crecimiento y la profesionalización. La falta de inversión e infraestructura propia ha dejado al fútbol rezagado con respecto a otras ligas vecinas que han logrado avanzar y consolidarse en el escenario internacional, y llevar a sus selecciones a los mundiales.

Las dificultades no se limitan solo al ámbito deportivo, también involucran aspectos éticos e integridad. Nuestro fútbol ha sido afectado —por muchísimos años— por la presencia de dirigentes corruptos y la participación de jugadores en el amaño de partidos, que han dejado sendas manchas que empañan la reputación del primer deporte de los salvadoreños y siguen afectando la confianza de los aficionados. La sanción de por vida para aquellos involucrados en estos actos ilegales fue una medida necesaria para mantener la integridad del fútbol, y aún debemos tener una profunda reflexión sobre las causas que nos llevaron a ese incidente oscuro en la historia del país.

En el horizonte, la Copa del Mundo 2026 es una oportunidad de redención para la selección nacional, ya que tenemos la posibilidad de romper con una larga sequía. Sin embargo, como en todo proceso, existen obstáculos que dificultan el avance. La negativa de algunos dirigentes a prestar jugadores a la Selecta demuestra una falta de visión a largo plazo y una mentalidad estrecha, al no comprender la importancia de representar al país en un evento de tal magnitud. Estas actitudes egoístas deben ser superadas en aras del beneficio colectivo y el desarrollo del fútbol nacional, y principalmente de la Selecta, el equipo de todos.

Además, la intromisión política que busca figurar en el éxito deportivo es un factor que puede generar interferencias y distracciones innecesarias en la preparación del equipo. El fútbol debe ser manejado por expertos, respaldados por una gestión transparente y profesional que promueva el crecimiento y la excelencia en todos sus niveles, y no por oportunistas de turno ni delfines con agendas personales.

Es vital que tanto los dirigentes deportivos comprendan la importancia de separar los intereses personales de la gestión del fútbol. Solo así se podrá sentar una base sólida para el desarrollo, promoviendo transparencia, profesionalización y compromiso con integridad.

La clasificación a la Copa del Mundo en 2026 representa una oportunidad única para cambiar la narrativa y el rumbo del fútbol nacional. Es momento de dejar a un lado rivalidades internas, intereses mezquinos y comportamientos antitéticos. Se trata de unir fuerzas en pos de un objetivo común: representar dignamente al país en la eliminatoria y así alcanzar la máxima competición futbolística y sentar las bases para un futuro próspero de nuestro fútbol.

Por William Alfaro
Periodista y escritor
Colaboración especial para Revista La Selecta

(*) Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de nuestra revista.

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